abril 07, 2009

Pax et Bonum!

Era el 5 de Octubre del 2007, al día siguiente de la gran fiesta. Tomé el tren pensando que llegaría a esa ciudad santa pero no fue así, llegué a otro lado y no sabía cómo alcanzaría aquella ciudad tan alta. Tu mano me guió y finalmente estaba ahí, a sus puertas, con el corazón palpitando muy fuerte de emoción. Quise recorrer todo aquello rápidamente pues sabía que era un sueño del que pronto despertaría, pero de repente vi que estaba perdida, saliendo del camino, fue así como me di cuenta que debía caminar más despacio, poniendo mayor cuidado de dónde pisaba, lo que me rodeaba, las cosas que hacía.

Al caer la tarde me encontré frente a una inmensa casa, Tú me invitaste a entrar y aunque me hablaste en un idioma extraño, saciaste mi hambre, llenaste mi alma. Me senté frente a la tumba de aquel hombre tan querido por Ti, yo no lo conocía muy bien, pero eso no fue impedimento, tuvimos una hermosa charla en la que él me habló de su vida, de su pobreza, de su entrega, de su humildad, de la gran historia de amor entre Tú y él, me habló también del gran amor que compartió con la Dama Transparente, quien se desprendió de sus rubios cabellos para entregarse toda a Ti.


Me impulsaste a tomar aquel tren para que pudiera encontrarme con el Pobrecillo y su fiel compañera, forjaste una gran amistad entre nosotros por lo cual te alabo y te bendigo noche y día. Gracias Señor porque su vida ha dado luz a mi vida, su vocación ha guiado mi vocación, porque al conocerlos a ellos te he conocido más a Ti.

Las palabras que elevó a Ti el amante de la dama pobreza hacen eco en mi alma y las repito cada día con todo mi corazón:
"Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde hay desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar, ser comprendido, cuanto comprender, ser amado, cuanto amar. Porque es dándose como se recibe, es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo, es perdonando, como se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna."

Han pasado 800 años desde que iniciaste tu obra a través de él y su saludo de Paz y Bien sigue recorriendo toda la Tierra. Concédeme Señor, al igual que a Francisco y Clara, tener un corazón humilde y puro para poder ser portadora de tu mensaje de amor. Amén.

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